24 octubre 2006

Días contados


Si supiera contar mejor, o hasta diez (que es suficiente), diría que vivo con los días contados. No es que me convirtiera de la noche a la madrugada en una tierna asesina que enamora escarabajos bajo la luna. Tampoco es que haya decidido embarcarme en un viaje del carajo a las islas Galápagos en clara intención de escapar, por aquello de haberle robado a los días varios bacanales y otros cientos de trasnochadas. No, no es nada de eso. Lo que me acerca al final es mucho más simple y cotidiano y no por ello menos mortal: la tristeza que embargan mis propiedades corpóreas cada vez que deshojo el almanaque.
Desde que tomé conciencia del poder de deshojarlo con cada día que pasaba, la vida ya no tuvo el mismo modo de mirarse. Los días pasaban a grandes zancos, a patadas, brincando o arrastrándose por el suelo, dormían, fornicaban o se detenían sin ton ni son. El lunes, por ejemplo, voló hace una semana atrás, dejándonos con una modorra sólo superable con la trasnochada del viernes. Ni hablar del martes, que se volvió tan loco que consideró convertirse en un mártir de la causa y en su estilo muy kamikaze se lanzó con todo y bomba dentro de un centro comercial en la hora de más ahorro. Antes de morir declamó todas las consignas socialistas más conocidas, improvisó varios sonetos no muy originales y, ni modo, suspiró por última vez con la Internacional. El que menos esfuerzo me causó de arrancarle fue el miércoles. Sentado, el muy papanatas, se sentía como todo un rey Midas, esperanzado de ser la mitad de un huevo, y bromeaba: "¿Quién soy? La yema, la yema soy." Y la barriga se le resoplaba y la mira en mi ojo cortante advertía el justo medio donde partir en dos el tiempo que no era nada porque no era ni principio ni final, en dónde lanzarle la primera bala, certera como sus propias necedades. No hubo necesidad de nada. El pobre no resistió que llegase alguien más alegre y joven que él, así que terminó en las bohemias de los miércoles de entertainment guy tipo Las Vegas, con gabardina verde y compartiendo con dos o tres viejas que le pedían las canciones de Sandro de América. Fue sustituido por el jueves pre-sexy-social. Este, contrario a su antecesor, me causó algo en la semana que no pude tragar con facilidad, como cuando el gusano de la tequila se lanza en un clavado perfecto a través de la tráquea y ya no sabes si lo recibes ahí por pura lujuria o incompatibilidad emocional. Era tan chico, tan inocente, tan jovial, tan alegre. Reinaba entre todos. No se embriagaba como el viernes, que de puro escape corría desnudo e inconsciente por las calles de la ciudad. Menos asqueado, menos libertino que el sábado, se iba a escuchar tangos en la Plaza de Mayo, regresando a la hora advertida por el último trago, que no pasaba de las doce. De seguro mataba de la risa al domingo, cuando éste, aburrido como era, hablaba solo desde su galería. Usualmente hablaba del sábado y del viernes, que por degenerados deberían sacarlos del calendario y el jueves lo escuchaba y le daba palmadas gentiles sobre la espalda y le decía que después de todo, todos seríamos sacados del calendario y siempre como el ave fénix volveríamos a surgir de las cenizas y el pobre domingo, con sus eternos vientos de cuaresma que me hacían sentir como si estuviera en la vieja instantánea familiar que se muere de nada en la sala, se lo creía todo porque el jueves era y será un chico con mucha labia.
Es lunes otra vez sobre la ciudad. Y aclaro que tengo los días contados. Pasan sobre mí como una aplanadora y sin seguros de vida en favor de accidentes imprevistos. Con cierta nota alcaloide, en sus ojos veo toques de revancha que me miran y me deshojan, y los muy bichos se ríen y me señalan morbosos y se mueren de la risa.

3 comentarios:

KuruPicho dijo...

El chico protagonista, a traves de cuyos ojos vemos toda la novela, de "Cll it sleep", de henry Roth, tiene la maldita costumbre de guardar las hojas del almanaque ya trascurridas, subumbiendo a una especie de fetichismo d elas horas, ese mundo bicolor, numeros negros para los días hábiles y rojos para domingos y feriados,como si fuera una ruleta sin premios entregados pero prometidos,los días drogados y trasnochados como los tuyos añaden química a las horas muertas.¡llegó por acaso pakete paraguayo a Ponce?

El detective amaestrado dijo...

Hoy no es lunes, pero que bien conocerte. Abrazos desde este lado del Atlántico

Sonia Marcus Gaia dijo...

kuru:
pakete paraguayo didnt arrive yet but will le seguimos en popa.

detective: aquí siempre La Casa exhortando a la pesquisa. muchas pistas sueltas por ahí. diviertase.

abrazos a ambos,
s.