23 septiembre 2006

Baile de máscaras




Fiesta de pueblo, arde la playa, encendido el fogón, camino a Lares, camino a la selva, rumbo a la nada, encima del refrigerador está la boleta que dice que debemos un mes de luz, mañana pagamos el teléfono, recordar comprar pan y leche. Sólo en la esquina polvorienta nos queda una gota de sangre, que se incrustra en la loceta, traspasa el cemento y se la chupa la tierra. Quizás mañana crecerá una flor silvestre allí. Hoy por hoy alrededor de ésta sólo crecen yerbajos y morivivís. Y las hormigas.

7 comentarios:

KuruPicho dijo...

Las esquina polvorientas tienen la potencia de un sombrero de prestidigitador. Ocultan de todo, desde la factura del libro comprado a escondidas hasta la boleta de cine regalada por un amigo.Felicidad de chico que quiere escaparse de casa, culpabilidad solapada, densa, hinchándose lentamente. Lo polvoriento, sino es literal, implica también que dejamos de percibir ciertas cosas, de responder a la interpelación de ciertas realidades.Lo inaudito bajo los harapos de lo arrinconado.Fórmula mágica: soplar y acaso despertemos algún fuego acogedor. Claro, la deuda es infinita,ya con la empresa de cobro de suministro de agua o energía eléctrica, ya con el de banda ancha...sería necesario una tempestad con la fuerza de katrina, y caer entonces capitalismo abajo como d eun tobogán infantil.

Cristina Chain / Tijeras Turkas dijo...

Un detalle lárico me fascina en este texto.
abrazos
Cristina

Loredana Braghetto dijo...

debo decirte que además de los detalles del texto, lo de las hormigas me encantó.

Sonia Marcus Gaia dijo...

La histo(e)ria tras la histo(e)ria.

Hubo un muerto en el barrio de Plan Bonito, vaya lugar más irónico para morir, que lo acribillaron los gendarmes federales. En una esquina se desangró hasta morir, él que había burlado la oficialidad, que una noche de navidad hizo, como Busch & Sundance, el robo más perfecto a la Wells Fargo, luego los juguetes para los chicos del barrio, lo demás para la pandilla, para el grupo armado revolucionario, para los mentados terroristas. Todos somos terroristas, dice el graffiti. Todos somos boricuas, dice la publicidad canibal. Por ende, cada puertorriqueño es un terrorista. Sofista a la puertorriqueña, con sofrito y manteca para que se pueda tragar. Rica amalgama de contradicciones la nuestra que combina a un punk con escobilla azul en un concierto de Rammstein comiendo una torta frita de bacalaítos. O que es más creíble leer Reader´s Digest que el Washington Post.


... sólo quise recordar esa esquina, donde quizá el nacionalismo (que es fuerza popular en los países oprimidos y holocausto en los libres) crezca silvestre. Supongamos que una gota fluye en la tierra y germina. O supongamos que la maleza lo inunda todo y tendremos que esperar la cruxifición de otro judío para darle luz verde a la esperanza.

Sonia

Sonia Marcus Gaia dijo...

X.
Un fuego que nace del polvo. Un embudo en la esquina desangrada. Las imágenes acuarteladas en un rincón. El tobogán veneciano descartado en el desuso. Estoy de acuerdo, sólo una tempestad podría ejercer el poder de hacernos desaparecer para regresar a ser el átomo inconcluso, feliz, que una vez fuimos.

cariños,
Sonia.

Sonia Marcus Gaia dijo...

Cristina:

Te debo un sol. El detalle que faltaba.

Sonia.

Sonia Marcus Gaia dijo...

Loredana:

Las hormigas también recuerdan al rabo de chanchito que los latinoamericanos esperamos que nos salga en esa última generación macondiana. Con la única retórica de su laburo mecánico. Como ese destino siniestro del que sabemos no podremos escapar.

Me encantó la bailarina de vientre levemente abultado. La belleza en sepia siempre será mucho más hermosa que nuestro arcoiris de Democles.

Gracias por su paseo por estos lares.

Sonia.